martes, 24 de noviembre de 2015

Importancia del conocimiento de esta realidad, la administración pública y el desarrollo económico, estabilidad, política y su relación con la inversión del capital privado.



             Indefectiblemente los estudiantes de Contaduría Pública como futuros profesionales en esta área debemos conocer  a fondo la realidad económica de nuestro país como base para nuestra carrera, pero incluso como ciudadanos del país en el que convivimos o sobrevivimos debemos comprometernos con la realidad económica actual e histórica de la patria para poder ofrecer nuestros mejores aportes hacia la consecución de un mejor nivel de vida para la población.

Para entender mejor sobre la economía de un país considero interesante girar la mirada hacia el ejemplo de otro país, que aunque con indudables diferencias, puede servirnos de ejemplo: Noruega. Noruega  es un país industrial y muy desarrollado con una economía abierta orientada a la exportación. Considerado uno de los países más ricos del mundo, también ha alcanzado altas cotas con respecto al nivel de vida, a la esperanza de vida y sobre todo en relación con la salud y con la vivienda.

El alto nivel de riqueza se debe en parte a la abundancia de recursos naturales y en parte a la incorporación de Noruega en la industrialización del oeste de Europa, como resultado de su proximidad a los mercados más importantes. Noruega ha incrementado activamente las medidas de reestructuración necesarias para lograr el crecimiento económico. Su importante comercio y el contacto con otros países han dado a la industria noruega una base sobre la cual desarrollar una economía avanzada. Altas inversiones en equipos de producción, en mejorar y ampliar la educación, así como en estrategias técnicas y de organización en la industria y la administración pública, han ayudado también a promover el crecimiento.

El desarrollo es un imperativo irrenunciable para todos los pueblos latinoamericanos. No sólo por las evidentes falencias económicas, sociales y políticas observables (que, por mínima decencia, deberían comprometernos a todos en su superación), sino porque, como han razonado Bresser y Nakano (1996), en países de débil institucionalidad (producida por la ausencia o insuficiencia del "contrato social") un pacto político orientado al desarrollo es el mejor sustituto para procurar la gobernabilidad.

Pero aquí no deberían valer equívocos: querer desarrollarse es querer cerrar la brecha del desarrollo, es decir, querer situarnos -en un tiempo histórico razonable- al nivel de los países desarrollados. Ni más ni menos. En América Latina necesitamos reforzar nuestra voluntad y compromiso por el desarrollo. El inmenso potencial de la región contrasta con la confianza insuficiente de sus ciudadanos y dirigentes en la acción colectiva.

Las grandes utopías, genuinamente latinoamericanas, del pasado reciente no han resultado en nuestro tiempo ya no caben los dogmatismos ni los determinismos históricos. Pero como el futuro está abierto, necesitamos utopías que orienten su construcción, es decir, el ejercicio de nuestra responsabilidad moral.

Desde esta perspectiva se entiende que el grado de gobernabilidad o estabilidad que alcance un Estado, influye de forma directamente proporcional en la cantidad  y calidad de inversiones de capital privado en su territorio y en gran porcentaje en la calidad de vida que disfrutan sus ciudadanos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario