Indefectiblemente los estudiantes
de Contaduría Pública como futuros profesionales en esta área debemos
conocer a fondo la realidad económica de
nuestro país como base para nuestra carrera, pero incluso como ciudadanos del
país en el que convivimos o sobrevivimos debemos comprometernos con la realidad
económica actual e histórica de la patria para poder ofrecer nuestros mejores
aportes hacia la consecución de un mejor nivel de vida para la población.
Para
entender mejor sobre la economía de un país considero interesante girar la
mirada hacia el ejemplo de otro país, que aunque con indudables diferencias,
puede servirnos de ejemplo: Noruega. Noruega
es un país industrial y muy desarrollado con una economía abierta
orientada a la exportación. Considerado uno de los países más ricos del mundo,
también ha alcanzado altas cotas con respecto al nivel de vida, a la esperanza
de vida y sobre todo en relación con la salud y con la vivienda.
El
alto nivel de riqueza se debe en parte a la abundancia de recursos naturales y
en parte a la incorporación de Noruega en la industrialización del oeste de
Europa, como resultado de su proximidad a los mercados más importantes. Noruega
ha incrementado activamente las medidas de reestructuración necesarias para
lograr el crecimiento económico. Su importante comercio y el contacto con otros
países han dado a la industria noruega una base sobre la cual desarrollar una
economía avanzada. Altas inversiones en equipos de producción, en mejorar y
ampliar la educación, así como en estrategias técnicas y de organización en la
industria y la administración pública, han ayudado también a promover el
crecimiento.
El
desarrollo es un imperativo irrenunciable para todos los pueblos
latinoamericanos. No sólo por las evidentes falencias económicas, sociales y
políticas observables (que, por mínima decencia, deberían comprometernos a
todos en su superación), sino porque, como han razonado Bresser y Nakano
(1996), en países de débil institucionalidad (producida por la ausencia o
insuficiencia del "contrato social") un pacto político orientado al
desarrollo es el mejor sustituto para procurar la gobernabilidad.
Pero
aquí no deberían valer equívocos: querer desarrollarse es querer cerrar la
brecha del desarrollo, es decir, querer situarnos -en un tiempo histórico
razonable- al nivel de los países desarrollados. Ni más ni menos. En América
Latina necesitamos reforzar nuestra voluntad y compromiso por el desarrollo. El
inmenso potencial de la región contrasta con la confianza insuficiente de sus
ciudadanos y dirigentes en la acción colectiva.
Las
grandes utopías, genuinamente latinoamericanas, del pasado reciente no han
resultado en nuestro tiempo ya no caben los dogmatismos ni los determinismos
históricos. Pero como el futuro está abierto, necesitamos utopías que orienten
su construcción, es decir, el ejercicio de nuestra responsabilidad moral.
Desde
esta perspectiva se entiende que el grado de gobernabilidad o estabilidad que alcance
un Estado, influye de forma directamente proporcional en la cantidad y calidad de inversiones de capital privado
en su territorio y en gran porcentaje en la calidad de vida que disfrutan sus
ciudadanos.
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